Bien es sabido por todos que la época estival no sólo nos trae calor, o al menos es lo que se espera de ella, sino que nos deja de traer olas. La frecuencia y la cantidad de las tan ansiadas ondas marinas dejan de ser las mismas que a partir de los meses de octubre o noviembre.
Lógicamente, estoy hablando de las olas y las playas españolas que tenemos en la península. Canarias sigue sus jodidas reglas y se mantiene como paraíso surfista durante todo el año. Sólo en los spots tocados por la mano de Dios, ubicados normalmente en el norte peninsular, el verano suele ser un momento en donde el espíritu surfero tira del libro gordo de Petete y se saca de la manga otros recursos.
La otra cara de esta moneda puede ser el skate. Si salvamos las diferencias, nos puede proporcionar una sensación de deslizamiento parecida al surf; sólo tenemos que cambiar el mar por el asfalto y la arena por el hormigón pulido. Esta disciplina no sólo nos ayuda a rellenar las olas muertas del verano, sino que también nos puede ayudar a mejorar el surfing.
Lo curioso y que más me gusta del skate es su coqueteo con lo ilegal. Es bueno decir que estas situaciones están cambiando. Ya no sólo florecen campos de fútbol a diestro y siniestro, sino que tenemos la suerte de contar con más espacios para esta modalidad deportiva.
Como no sólo de deporte vivimos y nos alimentamos, querría resaltar las múltiples maneras que tenemos de espolear nuestras mentes llenas de golpes y salitre durante el verano. Solventar este impasse que puede traer consigo el mes de julio o agosto.
Existe todo un movimiento social donde podemos ubicar los deportes de acción como el surf o el skate; la polifacética y creciente cultura urbana. Una cultura ajena a las salsas rosas y los deportes cuatro, sino que existen más canales para expresar lo que uno siente que los políticamente correctos.
Ya desde California, donde el surf es una religión que engloba múltiples disciplinas artísticas, hay todo un creciente movimiento asociado a estos valores. Desde el graffiti -quién no ha visto uno en su playa, en su skate park o en el muro enfrente de su casa-, hasta la música, la danza, el hip hop, el teatro callejero, el break dance, y evidentemente, los deportes de los que hablamos y que nos han traído hasta este punto.
En los tiempos que corren, en las grandes ciudades ya no está tan mal visto pintar en muros abandonados, en obras o en paredes vacías que no dicen nada. Incluso, a veces, son los propios ayuntamientos los que contratan al artista urbano. Sin embargo, todavía sigue teniendo sus riesgos si no has recibido dicho encargo por algún filántropo concejal.
Para empezar, tu obra antes de ser pintada ya comienza a considerarse prohibida, la ley contempla tus actos en el código penal, los vecinos no siempre aprecian tu arte, y para acabar, es posible que tus padres no hayan soñado esa profesión para ti.
Bien es cierto, como digo, ya existen iniciativas tanto privadas como públicas para que estos artistas urbanos puedan poner en valor su talento. Cada día crecen los festivales en los que es más habitual ver a los mejores grafiteros del país pintando sin necesidad de hacerlo con nocturnidad y alevosía.
Sin ir más lejos, el próximo 9 de agosto comienza en Vigo uno de los festivales de cultura urbana más influyentes del momento, “O Marisquiño”. Y es en estos puntos de encuentro desde donde se ponen en valor estas corrientes urbanas y se ofrecen espacios para que se pueda ir cambiando el acto vandálico por el acto artístico; la porra por el pincel o el spray pimienta por simplemente el spray. Ojalá haya más apoyos y menos censura a estos artistas y ojalá se abran en las ciudades más espacios que inviten a la reflexión o a la simple contemplación. Espacios que fusionan surf, playa y otras artes como los festivales de surf de España.
Aún así, no es oro todo lo que reluce, ni arte todo los que se pinta. No todo lo que se hace fuera de los cánones preestablecidos es inmoral, ilegal o informal. Sin embargo, son estas mentes y creaciones que van contracorriente las que hacen tambalear los prejuicios sociales que existen. Son estas nuevas maneras de entender el arte las que hacen que avancemos al siguiente estado.
Recordemos, los que hoy son vándalos que pintan los muros de las edificaciones que quedaron abandonadas a la mano de Dios por esa gente formal, moral y correcta, que arrastró a un país entero a la mayor crisis de la historia, quizás mañana sean pintores o poetas recordados por contar en las paredes lo que nadie quería contar en las noticias. Y es que a fin de cuentas, la cultura urbana es arte recién salida de las calles.
Escrito por: Víctor Gallego.