Aquí me encuentro, mirando a las estrellas. El portón trasero de mi furgo abierto, dejando entrar la suave brisa marina, el murmullo del mar, haciendo que me adormezca. A mi lado, ella.
Alcanzo a ver su silueta desnuda junto a mi, sus curvas. Su olor, esa mezcla de sal, aceite de coco y sudor. Sonrio, vuelvo a mirar hacia las estrellas.
Mis manos, entrelazadas en mi nuca. Mis pies, uno sobre el otro, arqueando mis piernas, estirado todo mi cuerpo, corroido por el sol y el salitre. Cien cicatrices marcan mis piernas, torso y brazos. Por suerte, en la cabeza solo dos: una en la frente, y otra en la sien... aun me duele acordarme de aquel arrecife.
Vuelvo a mirarla, y nada de lo que se me ocurre es bondadoso. Pienso en la lujuria, en la avaricia... es solo mia, para mí. No la comparto con nadie, ni nunca lo haré. Estiro un brazo y la acaricio, y siento como mis dedos recorren cada centimetro de su contorno, húmedo aún. Vuelvo a mirar a las estrellas y suspiro.
La noche es mágica, como lo es todo este viaje. Esta furgoneta, este capricho, me ha devuelto la vida.
Poco más puedo pedir a aquel puñado de euros que me ha costado. Es cierto, no es el útlimo modelo de furgo, ni tiene las comodidades de algunas de esas modernas casas rodantes... pero es mia, y no le debo el dinero a nadie, ni a una financiera, ni al banco. Y ese placer es indescriptible.
La cena que pienso preparar será digna de recordar. Tengo verduras que compré esta mañana en aquel pequeño mercado, y un poco de tofu que pienso hacer a la plancha. Lo aderezaré todo con limón, unas hierbas aromaticas y lo regaré con una fresca cerveza. Me la he ganado tras lo que he conseguido hace un rato... Vuelvo a mirar a mi lado, y la veo en la misma postura, extenuada de esas dos horas de indescriptible placer... para ella y para mi, no lo negaré.
Miro por ultima vez el horizonte, y considero que ha llegado el momento, así que me voy a levantar de la cama, darme una ducha, endulzarla y guardarla en su funda. Quizás, en unas horas, a la luz de la luna, vuelva a sacarla y pegarme otro baño nocturno. Es lo bonito de irte a surfear solo... Puedes hacer lo que quieras.
Mientras tanto, mi tabla me acompaña, tumbada junto a mi, con sus indescriptibles curvas, voluptuosa como ella misma... esperando una nueva sesion.
¿O qué te pensabas?
Bonito relato, hasta el final, no estaba seguro de si hablabas de tu tabla o de tu furgo. Si me animo, relatare la experiencia que vivi este verano, al montarme sobre la mas grande que me he encontrado. No fue perfecto, pero lo disfrute como nunca.